Estábamos terminando la obra de La Posada del Candil y pensamos en ir abancalando la antigua parcela de almendros para poder poner nuestro huerto ecológico y sembrar en los huecos que quedasen entre los antiguos almendros algunos otros árboles frutales.
Nuestro amigo José, a quién todos, incluido él mismo, identifica como “el torpe” -nada más alejado de la realidad- con su máquina excavadora mini fue haciendo malabarismos para hacer las terrazas de cultivo, respetando todos los antiguos almendros que ya existían en la parcela. ¡Y lo consiguió!
Así, nuestros huertos están bordeados de antiguos almendros. Así también, entre los huecos que quedaban, pusimos otros frutales; cuatro cerezos, dos nogales, cuatro olivos, dos servales… y dos CIRUELOS. Uno de ciruelas amarillas y otro de ciruelas rojas.
En agosto del 2008 abrimos con gran ilusión las puertas de La Posada del Candil. Pero comenzó la crisis y tuvimos que ponernos todas las pilas que encontramos para salir adelante. Con este complicado inicio, comenzó además un ciclo de sequia que aún perdura en nuestra zona. Los frutales sufrieron a pesar de los riegos que hacemos con el agua de nuestro pozo, muy dosificada para no derrocharla. Para más inri, los primeros habitantes de este lugar -cabras montesas y ciervos, entre otros- no encuentran comida en los bosques de alrededor y se aproximan al huerto y a los frutales. En una sola noche desmocharon y comieron almendros, cerezos, ciruelos y olivos.
Pusimos protectores metálicos a los frutales. A los almendros, que eran muchos y muy grandes, no pudimos. A pesar de la protección, cuando el hambre aprieta se agudiza el ingenio y no sirvió de mucho la valla metálica. Hace 3 años pusimos un pastor eléctrico específico para mantener alejada la fauna silvestre de nuestros cultivos sin dañarla. ¡La técnica funcionó! Nos encantan los animales, respetamos mucho su hábitat, pero claro, tenemos que proteger la comida que generamos y con la que abastecemos el restaurante.
Los pocos frutales que habían sobrevivido a la sequía, el poco riego y la voracidad de nuestros silvestres vecinos, comenzaron a rebrotar.
Y este año, después de ocho de supervivencia, nuestro ciruelo de ciruelas amarillas ha dicho ¡AQUÍ ESTOY YO! Solo contemplarlo por las mañanas de agosto, temprano, cuando aún hay algo de la humedad de la noche, que da ese aroma tan delicioso a pasto húmedo, es una belleza indescriptible que te llena el alma de gratitud. Nadie habría dado nada por este pequeño ciruelo. Parecía condenado a, como mucho, sobrevivir. Pero la naturaleza tenía otro destino previsto para él. Tiene racimos de ciruelas amarillas grandes y bonitas. Estamos deseando poder compartirlas con los que nos visitéis en estos días de agosto y septiembre (Si nuestros amigos los pájaros y nuestro clima mediterráneo nos lo permiten).
¡Os esperamos!
Estas hermosas imágenes transmiten el amor de los cuidadores al tiempo que despiertan las papilas gustativas ávidas de disfrutar de estos manjares. Bravo por los creadores y bravo por el fotógrafo.
Muchas gracias!! Te esperamos cuando lo desees 🙂
Saludos!